Tuvo una infancia dura y, sin embargo, añora a la niña que fue. A los 12 debutó como actriz para mantener su casa. A los 59 es una de las más queridas del medio.
Ella es ideal para este tipo de notas, a alma abierta, franca, sin ese filtro que distorsiona los recuerdos. Así como recuerda, comparte. “Quisiera recuperar más de mi niña. Una vez, en una clase, Joy Morris –maestra de actuación- me hizo hacer un ejercicio muy interesante:‘Imaginate a la Solita de 5 años parada al lado tuyo. Que hable una y que hable la otra’ . Yo, la de 50 en ese momento, al lado de la otra era ‘permiso’, ‘perdón’, ‘¿puedo?’ , cuidadosa, siempre pendiente de que me quieran. La de 5 era guau... Me salió una nena tremenda. Porque, claro, a los 5 yo pateaba al farmacéutico que le vendía pastillas a mi mamá. Apareció esa chiquita con un carácter infernal, que sabía defenderse y defender a la madre, que no se dejaba atropellar. Esa fortaleza que me dio una infancia dura debía haberme convertido en una mina sin tanto problema. Pero estoy aprendiendo a no pedir tanto perdón, a decir más lo que siento”, se abre Soledad Silveyra, desde esa sinceridad que el tiempo no le quitó.Viene de un embotellamiento en la Panamericana, la espera una función de Espejos circulares , pero diluye el vértigo, invita una ronda de café en su camarín y, a pesar de dejar la puerta abierta, pareciera no existir el ‘afuera’ . Todo es adentro, es íntimo, es hondo. Es como ella sabe contar, siempre dejando la hendija por la que se cuela esa risa que la descubre. Aún en medio del relato más crudo.
Cuenta que en la obra –de miércoles a domingo, en la sala Pablo Picasso del Paseo La plaza- tiene “un bocadillo en el que digo ‘Ellas discutían todo el día’ . Y ahí nomás me brota la memoria emotiva, porque enseguida me voy a ese griterío de mi infancia, entre mi madre y mi abuela. Detesto la pelea. Tengo el recuerdo de estar encerrada en mi cuarto escuchando a todo volumen ‘Déjenla sola, solita y sola, que la quiero ver bailar, saltar y brincar, andar por los aires y moverse con mucho donaire’ . Que creo que fue la Biblia de mi vida: porque si hay algo que me divierte es moverme con mucho donaire”. La escena, entre sepias, grises y estridencias, la encontraba “poniendo ese disco de pasta amarillo en el Winco, que del otro lado tenía La farolera ”. Cree que el Solita salió de esa canción que escuchaba sin testigos.
“Vuelvo varias veces a la infancia, pero hay cosas que borré. Fue una época brava. La vi sufrir mu cho a mi vieja y fijate que se terminó pegando un tiro a los 52 años”, dice la mujer que se casó a los 18, “fundamentalmente porque amaba mucho a (José María) Jaramillo, pero creo que también quise rajar de ahí”.
Ese ‘ahí’ quedaba en Talcahuano 638, “a donde nos mudamos cuando tenía un año. Antes vivíamos en San Isidro, hasta que mis viejos se separaron. Verás que tuve unos primeros años muy paquetes... Tanto, que cuando empecé a laburar en la tele con Darío Vittori, un divino, todo me parecía un cacherío : chica de zona norte, luego Barrio Norte, colegio Jesús María... Graciela Borges quedaba un poroto al lado mío. Esto ya se lo he dicho a Gra . Yo era re conchetita”.
Difícil imaginarte así.
Es que he luchado bastante, he bajado todo eso, he sentado a mis hijos a mesas importantes y a mesas de campesinos. No sé de dónde me vino, pero yo voy por la igualdad. Debe ser de tanto haber escuchado A desalambrar . Me contaron que el otro día Chiche (Gelblung) dijo ‘Uy, esta Solita que pasa de un intelectual a un ex vicepresidente, a un tachero, ahora a un boletero...’ . Y la verdad es que al boletero todavía no lo conocí. Ojalá llegue.
Reconoce que siempre tuvo “conciencia del otro y eso me salvó. Por eso disfruto tanto de esta obra, en la que no encabezo: formo parte de un grupo, que es un pedido que hice”. Y a cuento de los resortes que tocó el trabajo grupal, cuenta que hace poco sintió la necesidad de anotarse en cursos de actuación: “Creo que mi musa inspiradora para volver a estudiar fue Vicky Almeida -una de sus compañeras-, de la que no me canso de hablar, porque es un ser excepcional artísticamente. Así que primero hice un taller con George Lewis y ahora voy a lo de Claudio Tolcachir. Y siento que me conecto con todo lo que no hice de joven. Soy bastante autodidacta, porque tuve que salir a ganar el mango a los 12 años”.
Confiesa que “de chiquita quería ser monja. Vivía poniéndome una toalla en la cabeza y me llamaba la atención el hábito. Cuando pasé al colegio Santa Rosa siempre quería mirar debajo de las enaguas, era algo que me volvía loca”. Otra de sus viejas postales narrativas habla de cuando se encerraba en el baño con su hermano. “Hacía Antígona o imitaba a Pinky. Y un día fue a casa el gran actor Zelmar Gueñol y, al escuchar mis bocadillos, me preguntó si quería probarme en la tele.
‘No sé si quiero actuar. Lo que quiero es ganar plata’ . Se había muerto el segundo marido de mi madre, habíamos vendido todo y hacía tres meses que estábamos a caldo y galletas. Fui a Teleonce, me tomaron una prueba y quedé. Y ahí empezó todo esto”, explica la Pobre diabla , la Mónica Helguera Paz de Rolando Rivas, taxista , la cara bonita que le hace un jaque al tiempo.
Y le gana. Tal vez porque, a los 59 años, con dos hijos y tres nietos, volvió al edificio de su infancia “para grabar algo para un programa que estoy armando, lo recorrí y me vi en esos pasillos, me vi escondida, me vi... Yo creo que lo que me ha salvado en la vida es que yo nunca tapé nada. Y entonces puedo revisar y contar”. Verbos que no son para cualquiera.
Fuente:Clarín/Espectáculos
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