martes, 31 de mayo de 2011

Soledad Silveyra en el Hospital Británico




La actriz participó de la Presentación del programa del hospital titulado "100% libre de humo" allí contó su experiencia desde que tomó la decisión de dejar el cigarrillo, luego de enterarse que padecía EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) y los posteriores beneficios que logró en su salud. Algunos de ellos fueron respirar mejor, y poder realizar actividad física.


sábado, 21 de mayo de 2011

"David Viñas fue el hombre más ético de mis parejas".

El papel que le toca a Soledad Silveyra en Espejos circulares, la obra que presenta en el Paseo La Plaza, le cae como anillo al dedo en lo práctico –lo hace realmente bien– y en lo simbólico, porque sobre el escenario es una profesora de teatro. Justo ella, que no efectuó estudios formales pero aprendió con la contundencia que brinda la experiencia.


—Empezaste en la actuación de muy chica, por necesidades económicas de tu familia. ¿Cuándo comenzaste a querer el oficio?
—Cuando conocí a mis compañeros actores. Yo tuve la suerte de conocer a una generación maravillosa: Norma Aleandro, Rodolfo Bebán, Bárbara Mugica, Emilio Alfaro, Alterio, Renán... Fui comprendiendo que esta profesión iba más allá que salir en la revista Radiolandia.
—¿Hasta ese momento te lo tomabas así?
—Yo soñaba con salir en la tapa de las revistas.
—¿Qué diferencias notás entre la Soledad Silveyra que hizo “Rolando Rivas...” y la de hoy?
—Soy más cascarrabias. Pero sigo siendo una obsesiva del trabajo.
—¿La diferencia es sólo el carácter? Quizás ahora tus opiniones tienen más peso...
—Un actor tiene un alcance muy limitado. La opinión final no la tenés salvo que seas parte del negocio... (Piensa largamente) No, eso no cambió. Hasta que no produzca, eso no va a cambiar.
—Hace poco Claudio García Satur declaró que él prefiere ser vago, y que por eso desde “Rolando Rivas...” no hizo muchas cosas. ¿Vos podrías no hacer todo lo que haces?
—Mi cumpa dice que es muy vago, pero para serlo tiene que haber ahorrado muy bien y haber hecho muy buenos negocios. Si no, no puede vivir como vive, mejor que yo. Lo amo por sobre todas las cosas. Pero claro, hizo tanto boliche cuando éramos chiquitos, fue a tantos boliches a gritar “¡Mónica!” (lo imita), que es lógico. Yo no facturaba nada, él facturaba todo. Coronó ochocientas cincuenta mil reinas... Yo muchas veces laburo porque tengo que laburar, no por placer.
—¿Te pesó alguna vez tener que bancar a tu familia económicamente?
—No, siempre me sentí orgullosa. Lo importante, en todo caso, es que no me convirtió en un Führer familiar, me humanizó. Sentí que llevaba tranquilidad, que a mi vieja había con qué cuidarla. Me pesó el abandono de mi viejo, pero no eso.
—No la plata.
—Eso pesó en la relación con los hombres. Al hombre a veces le resulta difícil aceptar que la mujer gana más que él. Yo no sé estar con un hombre de plata. Nunca tuve un novio de plata.
—¿Has mantenido parejas?
—Sí... (se queda pensando). ¿Te referís a mantenerlos de plata o mantenerlos en el tiempo?
—De plata.
—Ah, no, no. Me iba a la plaza a comer pizza, dormí en conventillos. Me adaptaba y me adapto a lo que tengo que adaptarme. Gracias a Dios he estado con hombres pobres pero de una gran nobleza y dignidad.
—Este trabajo tiene muchas facetas además del actuar. ¿Sin qué cosas de lo que implica no podrías vivir?
—Sin un texto y sin la interpretación de la dramatización.
—¿La prensa no?
—Para nada. Las tapas de las revistas las tenés cuando se te muere alguien, cuando empezás a salir con alguien o cuando rompiste con alguien. Hoy las tapas de revistas son culos y tetas. Los actores ya no somos tapa de revistas. Nos fuimos con Radiolandia. Pero seguimos actuando. Se puede facturar sin las revistas.
—¿Sentís que la vida fue generosa con vos?
—(Piensa largamente, se le quiebra la voz al hablar) Creo que podría haber sido un poquito más generosa. Yo debo tener una enorme responsabilidad, pero en base a todo lo que he trabajado, podría haber sido más generosa.
—¿Qué te faltó?
—Educación. Seguridad.
—¿Seguridad de la calle?
—No, esa no. Seguridad afectiva. Que me den seguridad. Me faltó educación. El escenario del San Martín. Una hija mujer. Pero bueno, ahora están las nietas. Igual, no es lo mismo. Me hubiera gustado mucho tener una hija mujer. Hoy me haría mucho bien tener una hija mujer.
—Cuando falleció David Viñas te despediste de él leyendo un emotivo discurso en la Biblioteca Nacional. De tus parejas, ¿fue el hombre más íntegro?
—A ver... Si la ética pasa por tener un huevo y una salchicha en la heladera, sin dudas fue el más ético de todos. Y eso quiere decir mucho: fue un tipo que no transó con nada. En general, los tipos que he tenido no han transado... Salvo alguno.
—Bueno, Viñas renunció a una beca Guggenheim en dólares.
—Tenía una ideología. Fue el más marcado ideológicamente.
—A vos en su momento te ofrecieron una publicidad de Coca-Cola y te negaste por motivos ideológicos...
—Mi hijo mayor me lo sigue recordando (lanza una carcajada). Pero no como elogio sino como crítica. Me dice: “no teníamos un mango y vos rechazaste eso, y encima nos llevaste a nosotros, haciéndote la grande”. Cuando me llamaron, lo llevé para que me escuchara decir que “no”. Estábamos muertos de hambre, en época del Proceso. Y sí, dije que no. Me hice la Joan Baez. Mi familia no lo recuerda como algo heroico sino más bien demagógico.
—¿Seguís manteniendo esos principios ideológicos?
—Los tengo, pero la Coca-Cola ya no es la misma. La ética no pasa por elegir un laburo. Si no tenés para sostener tu casa, laburar es digno. ¿Qué no haría hoy? Una tapa de Playboy. Pero no la haría por mis nietas. Si fuera por mí, la hago con gusto. Me divertiría horrores, pero eso sí: tendrían que photoshopear todo. Sin foto retocada, no. Y con una fotógrafa mujer. Pero no puedo, están mis nietas. “Bailando por un sueño” lo haría, porque me divertiría con aprender un baile. Bailar como loca me parece divertidísimo.
—¿Tendrías que ponerte de acuerdo con Tinelli en los números del contrato?
—¡Con los números no, me tendría que poner de acuerdo con mis rodillas, que ya noaguantan nada!

“Con las miserias no se puede trabajar”
—¿Hace cuánto que no hacías teatro?
—No sé si seis u ocho años. Sí, más o menos. La última experiencia no fue fácil y quedé muy golpeada. Con las miserias no se puede trabajar. Ojo, no estoy diciendo que yo no las tenga: las miserias son como la lepra, se contagian rápido y entre todos. Cuando Pablo (Kompell) me ofreció Espejos circulares, y con Daulte, me dije que era una oportunidad de trabajar con alguien que todos mis compañeros dicen que es una maravilla con los actores. Y dije “bueno, vamos, esté quien esté en el elenco”. Por supuesto, se me comentó, pero mi actitud fue meterme de lleno. Agradezco a la vida porque me recuperé.
—¿Recuperada de qué?
—De ese mal recuerdo con el teatro. Recuperada en varios sentidos, también, porque el teatro tiene una cuestión sanadora. Es terapéutico. Esta vez fue muy terapéutico, me vino como al dedillo. Estoy muy agradecida, porque además de sentir que hacemos un espectáculo que respetamos y amamos, siento que me está haciendo muy bien.
—¿Este “estar recuperada” tiene que ver con el final conflictivo de “Herencia...”?
—No, me refiero sólo al teatro. La televisión es otro mundo. En la televisión entiendo más todo. En el teatro no. Con la televisión no me deprimo... Acá no fue que me deprimí, sino que se me fueron las ganas. En televisión no se te pueden ir las ganas porque tenés que morfar. La tomás desde otro lado. El teatro es un acto colectivo donde realmente tenés que trabajar con todo tu instrumento, el interior y el exterior. Sería difícil traicionar una ética y una mística como la que Javier instauró en el equipo de trabajo.

fuente:Perfil

jueves, 12 de mayo de 2011

Soledad Silveyra: "Lloro por todo".

Con la espontaneidad que la caracteriza, Soledad Silveyra, Solita, para los que la conocen, dejó afuera los prejuicios y se animó a pasar por el confesionario de hola.com.ar: "Mi terapeuta me dice que no tengo secretos porque siempre cuento todo", bromeó muy risueña para luego lanzar una serie de confesiones al hilo: "Me tiño los pelitos del brazo", "Lloro por todo, todo es un drama para mí", algunas de sus frases.

Conocé sus secretos, sueños y deseos en este video:


lunes, 9 de mayo de 2011

¿Qué ves cuando te ves?.

Back de fotos de "Espejos Circulares".

“Aquí la gente hace cosas por amor”.

Hace exactos 30 años, Boy Olmi y Solita Silveyra compartieron escena por primera vez. “Él fue mi príncipe”, recuerda ella, refiriéndose a La Cenicienta. “Fue en 1981, en Canal 7, en un especial que dirigió Hugo Midón”, precisa él. Desde entonces no habían vuelto a trabajar juntos. El reencuentro lo marcó Espejos circulares, la obra escrita por Annie Baker, aclamada en el off-Broadway, que acaba de estrenarse en el Paseo La Plaza bajo la dirección de Javier Daulte.

La comedia, donde también actúan Jorge Suárez, Andrea Pietra y Victoria Almeida, cuenta la historia de un taller de teatro armado por Susi, el personaje de Solita, en un centro vecinal que podría estar ubicado en cualquier punto del Conurbano Bonaerense. En ese ámbito, los cinco, incluida la profesora, comparten una experiencia que más allá de alentar sus talentos artísticos, los lleva a enfrentar sus miedos y desterrar sus secretos. En seis semanas, unas –en apariencia simples clases de actuación– terminan transformándolos.
“Después de aquella lejanísima experiencia tan olvidada, reencontrarnos fue delicioso”, subraya Olmi. Y, como aquella vez, vuelven a ser pareja. Para definir la relación entre Susi y Jorge, se genera un intercambio de saberes conyugales entre los actores a partir de lo que cada uno reconoce en su propio haber. Pero sus balances tienen resultados opuestos: “Él sabe más de matrimonio que yo”, destaca Silveyra. “No, no sé”, se ataja Olmi. Y entre risas ella asume: “Es que yo no sé nada y ¡vos tenés 20 años de pareja!”, dice sobre su reciente soltería, tras su separación de Chacho Álvarez este verano y marca así el contrapunto con la historia que Boy tiene junto a Carola Reyna.
“Lo que sí sé es que el matrimonio es un misterio”, define él. “Lo particular que hubo en este trabajo es el modo en que se constituyó esta obra: no hablamos sino que accionamos para que se den las cosas. Hemos hablado poco de este matrimonio y, sin embargo, hemos constituido una pareja.”

–Pero entonces, ¿cómo definen la relación entre Susi y Jorge?
BO: –Es un matrimonio que tiene mucho amor, muchos años de historia y mucho conflicto. Lo que se ve entre Solita y yo es un vínculo de un matrimonio con años de pasión y de desgaste, hay amor pero también hay dolor.
SS: –Él es un cabrón.
BO: (Risas) –Soy un cabrón. Bueno, Jorge lo es. Se queja todo el tiempo. Hay aspectos que la obra revela de uno y de otro hasta que estalla cierto conflicto y empiezan a decirse cosas que no antes no se decían.
SS: –El conflicto aparece cuando aparece el teatro, hay un poco de esta relación entre el teatro y el psicoanálisis. Nos sirve a los dos también de terapia, para darnos cuenta de dónde estamos parados como pareja.
–¿En la vida real reconocen al teatro como una actividad terapéutica?
BO: –El ejercicio del teatro es terapéutico en la medida en que es liberador y organizador de pensamiento. Los griegos acuñaron la catarsis varios siglos antes de Cristo, suponiendo que tanto el que lo hace como el que lo ve sufre una transformación: hay algo que te modifica y te hace crecer. Yo creo que a nosotros nos pasa: procesando estas neurosis, violencias y pasiones, salimos modificados. Nos hace muy bien hacer esto, no sé hasta qué punto es terapéutico.
SS: –Para mí lo ha sido, absolutamente. Me ha hecho mucho bien. Nunca me voy a olvidar el ensayo del monólogo con Javier (Daulte), una escena en donde hablo de mi madre, de mi abuela y mi padre. Probamos distintas cosas porque tengo una tendencia a aniñarme en todo y trabajé eso, porque no quería aniñarme y en un momento él me dijo: “Muy bien lo que trabajamos hoy. Yo veo a tu padre y a tu abuela, pero a tu madre no la veo.” Como ejemplo de lo que me ha movilizado este trabajo, te cuento que mi mamá se suicidó y creí que tenía ya todo superado… La hago corta: luego de ese ensayo, en el nuevo departamento donde vivo, puse fotos de ella en todos lados.
Daulte definió que Espejos circulares trata de gente que se enamora de una actividad, sea cual fuera, puede ser el teatro, pero también la música o la cocina. ¿Coinciden con él?
SS: –Sí, es hermoso lo que dice, porque no necesitás ser la Callas para amar lo que hacés. De golpe una cantante de barrio tiene exactamente la misma mística que una profesional consagrada. Esta obra muestra a personajes con mística, que creen en lo que hacen y eso no tiene que ver sólo con la actuación. Susi está profundamente enamorada de su rol de profesora y aunque no sea Pina Bausch, ella cree que hace lo mejor.
–No importa tanto el talento…
SS: –Claro, no es el mayor o menor talento, sino la intensidad con lo que desarrollás la actividad a la que te dediques.
¿Se puede disociar la intensidad del talento que uno puede llegar a alcanzar?
BO: –Sí.
SS: –No.
–Para ambos: ¿por qué?
BO: –Por ahí respondimos distinto porque no entendimos igual la pregunta. La Argentina es un país lleno de gente que hace las cosas por amor, que hace las cosas sin necesidad de una devolución económica o de un éxito. Hay mucho teatro off, grupo de danza y de poesía. El movimiento cultural argentino es de una intensidad y de una vastedad que tiene que ver justamente con que aquí las cosas no se hacen especulando con el resultado, sino que hay una necesidad de hacer.
–Mi pregunta no se refería al éxito comercial, sino al desarrollo de un talento.
BO: –Yo creo que es de igual manera; el que baila en una milonga todas las noches no lo hace porque quiere ser el mejor bailarín de tango, lo hace porque siente la necesidad de bailar y de enrollarse consigo mismo y con su compañera en ese acto mágico que es bailar.
SS: –¡Pero ensaya, eh! (risas) Yo creo que hay una necesidad humana de expresarse y que no siempre se accede a un talento. En esos casos, hay que ver cómo funciona la autocrítica de cada uno. Si me dieran a elegir, yo prefiero que a nadie le funcione la autocrítica y que todos sigan soñando con que son bárbaros en lo que hacen.
Ambos ya son reconocidos por sus carreras. ¿Pesa el concepto que el nombre de cada uno arrastra?
SS: –Yo ya estoy grande; lo único que me importa es que el que se viste y paga una entrada para vernos la pase bien. Cuando uno está convencido de lo que hace, sabe escuchar las críticas y te tomás todo desde otro lado. Si estás convencido, podrán venir los dardos pero uno no deja de ser feliz.
BO: –En el proceso de ensayo logré dejar de imaginar qué pensarán los otros para decir: “Esto es lo que yo creo”, y es lo que el director en el que confío cree y lo que con mis compañeros construyo. Es decir, esto no lo hago por los demás, lo hago por mí y por el convencimiento de que creo en lo que estoy haciendo. Como ocurre en la obra, la consigna es confiar. Cuando Susi dice “escriban un secreto”, lo hacemos, confiamos, más allá de adónde nos lleve todo, pero creemos ciegamente en quien nos conduce en ese momento. Siempre es necesario creer para poder hacer las cosas.
¿Qué les devuelve el espejo cuando se miran?
SS: –Me miro mucho porque tengo mucha luz cenital (risas).
BO: –Me veo crecer externa e internamente muy en paralelo. Veo que la vida va pasando y hago el esfuerzo o intento que el tiempo que pasa no sea en vano. Más allá de que, como me dice Solita, conservo cosas de mi ser niño muy a la vista.
SS: –Porque yo le digo que es un chico, ¡es boy!
BO: –Hay cosas relacionadas con el juego que las he cultivado mucho, pero necesito sentir que estoy evolucionando en algún sentido, que la vida te da este plazo. Hay quienes creen que hay otras oportunidades y otras vidas para ir corrigiendo, pero este acotado plazo que es la vida de uno creo que es un tiempo para evolucionar, para crecer y ensancharse.
SS: –Yo soy una admiradora de Rosa Montero. El otro día leí que decía: “Hay gente que a los 60 se jubila, hay gente que a los 60 se compra la casa en Torre Vieja, y hay gente que a los 60 decide hacer de su vida un paraíso.” Y uno puede preguntarse: “Pero, ¿cómo se construye un paraíso?” Pero, ¿sabés qué? ¡No es tan difícil! Es según cómo se llega, con qué profundidad y con qué ganas, pero se puede. Así que uno se mira al espejo sabiendo que los años pasan y que viene una etapa nueva. Uno dice “llegué a los 60” y parece un abismo, ¡a mí la lectura me está ayudando a superarlo! (risas). Es más: en este momento lo único que me ayuda a superarlo es la lectura.

Fuente:tiempoArgentino