sábado, 21 de mayo de 2011

"David Viñas fue el hombre más ético de mis parejas".

El papel que le toca a Soledad Silveyra en Espejos circulares, la obra que presenta en el Paseo La Plaza, le cae como anillo al dedo en lo práctico –lo hace realmente bien– y en lo simbólico, porque sobre el escenario es una profesora de teatro. Justo ella, que no efectuó estudios formales pero aprendió con la contundencia que brinda la experiencia.


—Empezaste en la actuación de muy chica, por necesidades económicas de tu familia. ¿Cuándo comenzaste a querer el oficio?
—Cuando conocí a mis compañeros actores. Yo tuve la suerte de conocer a una generación maravillosa: Norma Aleandro, Rodolfo Bebán, Bárbara Mugica, Emilio Alfaro, Alterio, Renán... Fui comprendiendo que esta profesión iba más allá que salir en la revista Radiolandia.
—¿Hasta ese momento te lo tomabas así?
—Yo soñaba con salir en la tapa de las revistas.
—¿Qué diferencias notás entre la Soledad Silveyra que hizo “Rolando Rivas...” y la de hoy?
—Soy más cascarrabias. Pero sigo siendo una obsesiva del trabajo.
—¿La diferencia es sólo el carácter? Quizás ahora tus opiniones tienen más peso...
—Un actor tiene un alcance muy limitado. La opinión final no la tenés salvo que seas parte del negocio... (Piensa largamente) No, eso no cambió. Hasta que no produzca, eso no va a cambiar.
—Hace poco Claudio García Satur declaró que él prefiere ser vago, y que por eso desde “Rolando Rivas...” no hizo muchas cosas. ¿Vos podrías no hacer todo lo que haces?
—Mi cumpa dice que es muy vago, pero para serlo tiene que haber ahorrado muy bien y haber hecho muy buenos negocios. Si no, no puede vivir como vive, mejor que yo. Lo amo por sobre todas las cosas. Pero claro, hizo tanto boliche cuando éramos chiquitos, fue a tantos boliches a gritar “¡Mónica!” (lo imita), que es lógico. Yo no facturaba nada, él facturaba todo. Coronó ochocientas cincuenta mil reinas... Yo muchas veces laburo porque tengo que laburar, no por placer.
—¿Te pesó alguna vez tener que bancar a tu familia económicamente?
—No, siempre me sentí orgullosa. Lo importante, en todo caso, es que no me convirtió en un Führer familiar, me humanizó. Sentí que llevaba tranquilidad, que a mi vieja había con qué cuidarla. Me pesó el abandono de mi viejo, pero no eso.
—No la plata.
—Eso pesó en la relación con los hombres. Al hombre a veces le resulta difícil aceptar que la mujer gana más que él. Yo no sé estar con un hombre de plata. Nunca tuve un novio de plata.
—¿Has mantenido parejas?
—Sí... (se queda pensando). ¿Te referís a mantenerlos de plata o mantenerlos en el tiempo?
—De plata.
—Ah, no, no. Me iba a la plaza a comer pizza, dormí en conventillos. Me adaptaba y me adapto a lo que tengo que adaptarme. Gracias a Dios he estado con hombres pobres pero de una gran nobleza y dignidad.
—Este trabajo tiene muchas facetas además del actuar. ¿Sin qué cosas de lo que implica no podrías vivir?
—Sin un texto y sin la interpretación de la dramatización.
—¿La prensa no?
—Para nada. Las tapas de las revistas las tenés cuando se te muere alguien, cuando empezás a salir con alguien o cuando rompiste con alguien. Hoy las tapas de revistas son culos y tetas. Los actores ya no somos tapa de revistas. Nos fuimos con Radiolandia. Pero seguimos actuando. Se puede facturar sin las revistas.
—¿Sentís que la vida fue generosa con vos?
—(Piensa largamente, se le quiebra la voz al hablar) Creo que podría haber sido un poquito más generosa. Yo debo tener una enorme responsabilidad, pero en base a todo lo que he trabajado, podría haber sido más generosa.
—¿Qué te faltó?
—Educación. Seguridad.
—¿Seguridad de la calle?
—No, esa no. Seguridad afectiva. Que me den seguridad. Me faltó educación. El escenario del San Martín. Una hija mujer. Pero bueno, ahora están las nietas. Igual, no es lo mismo. Me hubiera gustado mucho tener una hija mujer. Hoy me haría mucho bien tener una hija mujer.
—Cuando falleció David Viñas te despediste de él leyendo un emotivo discurso en la Biblioteca Nacional. De tus parejas, ¿fue el hombre más íntegro?
—A ver... Si la ética pasa por tener un huevo y una salchicha en la heladera, sin dudas fue el más ético de todos. Y eso quiere decir mucho: fue un tipo que no transó con nada. En general, los tipos que he tenido no han transado... Salvo alguno.
—Bueno, Viñas renunció a una beca Guggenheim en dólares.
—Tenía una ideología. Fue el más marcado ideológicamente.
—A vos en su momento te ofrecieron una publicidad de Coca-Cola y te negaste por motivos ideológicos...
—Mi hijo mayor me lo sigue recordando (lanza una carcajada). Pero no como elogio sino como crítica. Me dice: “no teníamos un mango y vos rechazaste eso, y encima nos llevaste a nosotros, haciéndote la grande”. Cuando me llamaron, lo llevé para que me escuchara decir que “no”. Estábamos muertos de hambre, en época del Proceso. Y sí, dije que no. Me hice la Joan Baez. Mi familia no lo recuerda como algo heroico sino más bien demagógico.
—¿Seguís manteniendo esos principios ideológicos?
—Los tengo, pero la Coca-Cola ya no es la misma. La ética no pasa por elegir un laburo. Si no tenés para sostener tu casa, laburar es digno. ¿Qué no haría hoy? Una tapa de Playboy. Pero no la haría por mis nietas. Si fuera por mí, la hago con gusto. Me divertiría horrores, pero eso sí: tendrían que photoshopear todo. Sin foto retocada, no. Y con una fotógrafa mujer. Pero no puedo, están mis nietas. “Bailando por un sueño” lo haría, porque me divertiría con aprender un baile. Bailar como loca me parece divertidísimo.
—¿Tendrías que ponerte de acuerdo con Tinelli en los números del contrato?
—¡Con los números no, me tendría que poner de acuerdo con mis rodillas, que ya noaguantan nada!

“Con las miserias no se puede trabajar”
—¿Hace cuánto que no hacías teatro?
—No sé si seis u ocho años. Sí, más o menos. La última experiencia no fue fácil y quedé muy golpeada. Con las miserias no se puede trabajar. Ojo, no estoy diciendo que yo no las tenga: las miserias son como la lepra, se contagian rápido y entre todos. Cuando Pablo (Kompell) me ofreció Espejos circulares, y con Daulte, me dije que era una oportunidad de trabajar con alguien que todos mis compañeros dicen que es una maravilla con los actores. Y dije “bueno, vamos, esté quien esté en el elenco”. Por supuesto, se me comentó, pero mi actitud fue meterme de lleno. Agradezco a la vida porque me recuperé.
—¿Recuperada de qué?
—De ese mal recuerdo con el teatro. Recuperada en varios sentidos, también, porque el teatro tiene una cuestión sanadora. Es terapéutico. Esta vez fue muy terapéutico, me vino como al dedillo. Estoy muy agradecida, porque además de sentir que hacemos un espectáculo que respetamos y amamos, siento que me está haciendo muy bien.
—¿Este “estar recuperada” tiene que ver con el final conflictivo de “Herencia...”?
—No, me refiero sólo al teatro. La televisión es otro mundo. En la televisión entiendo más todo. En el teatro no. Con la televisión no me deprimo... Acá no fue que me deprimí, sino que se me fueron las ganas. En televisión no se te pueden ir las ganas porque tenés que morfar. La tomás desde otro lado. El teatro es un acto colectivo donde realmente tenés que trabajar con todo tu instrumento, el interior y el exterior. Sería difícil traicionar una ética y una mística como la que Javier instauró en el equipo de trabajo.

fuente:Perfil

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