A los 58 años, graba doce horas por día, está en pareja y todavía le queda energías para jugar con sus dos nietas. Tenía ganas de jubilarse, pero el amor –su amor– la puso de vuelta en los culebrones. El responsable de tal hazaña es Carlos "Chacho" Álvarez: "Soy muy buena ladrona, le robo mucho a la vida. Me da material, me ayuda. Los momentos emocionales cargados que vivo, me preparan, me larga bien para las escenas (ríe)". Soledad Silveyra habla así de la relación de un año con el político, y de "Secretos de amor", la telenovela que protagoniza por Telefé. Si bien ahora está con un hombre de su edad, Solita tuvo parejas más jóvenes, una etapa masoquista, como le gusta definirlo: "Es muy difícil y eso que estuve con una persona maravillosa. Es el día de hoy que lo quiero, lo respeto. Pero me cuestionaron en su momento. En cambio, con el hombre es distinto, se le acepta todo. Ahora para colmo tienen el viagra. Apenas sentí celos y me puse nerviosa, empecé a hacer cosas para separarme".
¿Se pudo correrse a tiempo?
No sé si a tiempo, porque estuve cinco años. La vida es sabia, me ubica en otro lugar, pero sigo siendo una mujer alegre. La felicidad consiste en saber quién es uno, conocerse. Es estar bien, en armonía, saber qué quiere uno, para dónde va, tener una vocación. Y que el hombre te corresponda, te haga feliz.
Una investigación sostiene que el sexo es una opción natural para mejorar la calidad de vida fuera de los quirófanos, ¿está de acuerdo?
Por supuesto. Creo que el orgasmo es sanísimo, es sanador. No sé por qué, pero la paso muy bien. No quiero profundizar en la intimidad, pero te puedo decir que es un lugar inspirador. Si bien estoy profundamente conectada con el otro durante el orgasmo, a veces, se llega a lugares mágicos, como en la actuación, donde uno se pregunta cómo pasó. Eso siempre te da energía para volver a alcanzarlo otra vez. Nunca pensé que a mi edad podría juntar la pasión y el amor. Me parecía difícil lograrlo.
Una pregunta difícil, ¿cree que la vida le dio una última oportunidad?
Bueno, ¡vamos a ver si no la destruyo! Soy un poco destructora e insegura. Parezco una canchera del año uno, pero por más análisis que hagas, es difícil salir del cuadro de una madre suicida y un padre que te abandona. Viví una historia muy cruel de chica y eso me marcó. A medida que pasan los años, me digo: "¡basta Silveyra, cortala!".
Por lo visto no lo logró, ¿aún sigue con la sensación de abandono?
No sé si de abandono. Pero cuando tengo algo, siempre quiero más. No me quiero casar, de ninguna manera. Mi relación con Chacho la vivo como que puede terminar en cualquier momento. No sé, mañana puede no estar. Porque además no nos ata nada: no tenemos trabajo en común, hijos, ni casa. Nada más que nuestras personalidades.
Son de personalidades muy fuertes, ¿ése es un problema?
Somos fuertes, pero diferentes. Chacho es un tipo muy solitario, misterioso. A mí eso me mata, porque yo hablo y cuento todo. Este unión entre una actriz y un político, me hace sentir como una cortesana y él un rey (ríe). A los políticos jamás les preguntan si están enamorados o no. En cambio, en las notas que me hacen todos los títulos son sobre él, nada sobre la novela. Me llama la atención cómo ellos pueden quedar guardados y nosotras no.
Ahora bien, ¿por qué tiene fama de no guardarse nada?
Es que así como soy de sensible, también soy tremenda. Me pongo mal en cuanto siento que no me dan el lugar que me corresponde. Tengo un estilo más aniñado, me cuesta mucho sacarme la niña para crecer como actriz. Todo lo que no fui, lo quiero ser en algún momento (ríe).
La emoción de Solita, como toda gran actriz, es contagiosa. Desde su carcajada tan particular, su sensualidad a la hora de posar, hasta las lágrimas que se esfuerza por contener al hablar de su niñez. Silveyra escapa de la tristeza para hablar de su presente, de la felicidad que siente desde que se convirtió en abuela, algo que reclamaba hacía tiempo. Inés y Clarita son sus nietas, quienes le devolvieron las ganas de treparse por los techos, andar cuerpo a tierra para esconderse o sentarse en el cordón de la vereda. "Son mis musas inspiradoras. Me tiro al piso a jugar cinco horas. Esa parte de la vida, me fascina. Verlo a mi hijo con sus dos hijas sentadas en su rodilla, cada vez que me pasa algo malo, intento recordar ese cuadro. Yo ya estoy de vuelta, me hace feliz ver caminar solos a los seres que amo. Lo que pasa es que una a veces se mete en educación y salta la nuera y me manda al carajo y con toda la razón del mundo (ríe). Cuando eso ocurre, me voy a mi casa".
¿Vive sola o comparte el mismo techo con su pareja?
Un día estamos acá y otro día en la mía. No vivimos juntos, pero dormimos juntos varias veces.
¿Eso le preocupa o la hace feliz?
Me hace feliz. Además, Chacho es un hombre que necesita su espacio, ir a leer a los bares, viajar en colectivos. Me cuesta respetar esas rutinas. Por eso no sé hasta cuándo estaremos juntos. Pero mientras tanto, es un placer tenerlo de compañero.
¿Es el hombre para esta etapa de tu vida?
Es un hombre de una gran intuición, se da cuenta de cómo soy. Me gustaría que me dirigiera, porque me hace una radiografía en dos segundos. A veces exagera un poco, pero, bue... . Como a mí me gusta la crítica, nos llevamos bien. Pero a veces me voy al otro extremo, siempre estoy a la defensiva. Tengo miedo al abandono. La patología se repite. Uno lo trabaja, pero en este caso en particular, me ayuda mucho el compañero que tengo.
¿Cree en los beneficios de una buena vida erótica?
Absolutamente de acuerdo. No hay dudas, ¿alguien todavía la tiene? Tal vez tengan temor de expresarlo.
¿Lo dice por que los argentinos somos reprimidos sexualmente?
Somos un poco caretas, me incluyo como mujer, porque en 58 años de vida jamás me acosté con un hombre el primer día. No es que me lo reprimo, lo tengo tan incorporado que necesito ser conquistada. No soy una mujer fácil. Obviamente, nos queda cada vez menos espacio. Pero cuando la demanda es buena, no puedo vivir sin el derecho de ser conquistada. No pasa lo mismo con amigas de mi edad.
¿Hay más libertad sexual entre las mujeres jóvenes?
Las conversaciones Sex & the City son reales. Hablo de mujeres de clases medias para arriba. Hay liberación, ahora si me decís que mi sobrina se besa con una amiga, voy a ver qué me pasa. Por otro lado, yo perdí un hermano de VIH hace diez años, sufrió mucho su sexualidad, fue padre de dos hijos, que hoy son mis grandes amores. Se me cayeron lagrimones cuando apoyaron el matrimonio gay. En un momento determinado mi hermano decidió tener dos hijos, a mis sobrinos les costó asumir la verdad.
¿A usted le costó asumirlo?
Lo que pasa que a mí no se me murió un hermano, sino un hijo. Eso me lo dijo una vez (Ana María) Picchio. Tuvimos una madre con muchos problemas, terminó por pegarse un tiro a los 52 años. Y para mi hermano fue muy traumática su sexualidad. No puedo mirar "Philadelphia", no dejo de llorar. Hubiese querido aceptar la realidad de mi hermano, pero él a su vez, se casó y tuvo dos hijos. Me emociona que los homosexuales sean libres, que puedan mirar de frente.
¿Cambiaron las costumbres sexuales de los argentinos?
Me da terror la sexualidad actual. Veo todo al mundo gay, no hay hombre que no me parezca gay. Estoy muy asustada. La libertad se puede convertir en libertinaje. Todos quieren probar. A las mujeres de treinta las veo muy preocupadas porque no hay hombres. Eso lleva a que las que nos educamos en la independencia, estemos cada vez más solas.
¿Cree que es difícil mantener la pasión en una pareja de años?
Muy difícil. Por eso a mí las parejas no me duraron más de siete años (ríe), excepto con (José María) Jaramillo, que intentamos seguir tres años más por nuestros hijos. Es complicado. Me gusta ver a una pareja de treinta años de matrimonio, pero son los menos. Es muy difícil de sostener. En la vida pasan cosas como en las telenovelas. Por eso robo a la vida para componer mis personajes.
Fuente: 7Días
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